Cosas de Perros y Gatos
Quien
le pone el cascabel al gato? Llevarse el gato al agua o tenerle miedo al agua
como un gato. Todas estas frases no sé de donde salen. Lo que sí estoy seguro
es que ninguna aplica a Pía, la gata siamesa que un buen día llegó a mi casa en
Ciudad de México, junto con mi hija Sofía cuando terminó sus estudios en la
Universidad de las Américas, UDLA, Puebla. Sí, Pía es una gata siamesa
mexicana, y como tal, muy orgullosa y altiva. Cuando llegó Pía me preocupé. Mi
otra hija Any tenía dos perros en casa. Vermouth, de prosapia paraguaya y
argentina, un silky terrier alocado y juguetón. Y Tito, un chihuahueño
oportunista que estuvo de ilegal en casa varios días, ya que me había opuesto a
más animales. La experiencia con Brandy, un rottweiler y con Vermouth, me decía
que yo quedaría encargado de otros recién llegados a casa.
Sin embargo, Pía
es una consumada diplomática. Se alió con Tito de inmediato, y mantuvo
saludable distancia de Vermouth, quien veía su hegemonía y antigüedad canina
amenazada por las melosas actitudes de Tito y las aristocráticas maneras de
Pía.
A Pía le encanta
bañarse. Tiene alma de perro. Cuando llegas a casa, te recibe en la puerta.
Sube contigo las escaleras, y se acuesta panza arriba, para que le pases el
cepillo. Te insiste en que la acompañes a comer. No le gusta comer sola. Si
pasas varios días sin verla, apenas te descubre se lanza a tus piernas con
maullidos lastimeros, reclamando del abandono.
Cuando viví
varios meses en Belize, con Pía, me esperaba en la puerta cuando volvía del trabajo y se acostaba en mi
cama. Mejor, me permitía dormir en la misma cama con ella. Sólo los relámpagos
le asustan. No le gustan los ruidos y le encanta cuando estás escribiendo en la computadora, acostarse en el teclado,
exigiendo atención. Disfruta de la música clásica. He notado que la música
barroca y Beethoven son sus preferidos. Los ronroneos que suelta cuando empieza
a oír esta música son notables.
No obstante, Pía
también tiene sus historias turbias. Cuando vivía en Puebla acostumbraba a
salirse de la vivienda que ocupaba mi hija con su amiga Nina, una chica muy
dulce procedente de una linda familia tabasqueña. Un buen día Pía apareció
embarazada. Cuando dio a luz, tuvo gatitos negros, blancos, marrones, etc.
Ninguno con las características siamesas. Su arrabalero desliz amoroso le valió
una aceleradísima esterilización, la cual no le ha alterado sus ánimos.
Ni siquiera sé
por qué te cuento estas historias de Pía y los otros perros. Probablemente,
porque me cansa leer, y escribir, de tantas irracionalidades que veo entre
humanos. Si Pía pudo convivir con dos perros adultos a los que no conocía, y
viceversa, cómo es que entre animales racionales no podemos comunicarnos y
mucho menos ponernos de acuerdo ?
No hay comentarios:
Publicar un comentario