Realismo Mágico y Verdades en nuestra América.
Hay una anécdota
referida a Gabo García Márquez. Un
europeo que visitó América Latina comentó que no existía tal realismo mágico en
la obra de Gabo. Que solamente se dedicó
a contar lo que ocurría a su alrededor.
Esto me recuerda
una de las escenas de 100 años de Soledad, cuando llegó a Macondo el primer
bloque de hielo. Fue un evento extraordinario en la historia de ese poblado. Lo
mismo pasaba en Panamá. Mi madre me contó
que cuando la primera avioneta piloteada por el mítico piloto Cantú aterrizó en
Santa Fe de Veraguas, las gallinas se
murieron del susto y los niños enfermaron del miedo. Fue un hito en la historia
de Santa Fe por muchos años. Yo también recuerdo mi salida del pueblo en avioneta. Mi vecino de asiento
era un cerdo que no paró de chillar todo el tiempo que duró el vuelo hasta Santiago de Veraguas. Años
después, visitando las montañas de Calovébora, inspeccionando un proyecto de
explotación de unas minas de oro, escuché que un referente en la cuenta de los
tiempos en esas montañas era la última vez que había llegado el difunto Gral.
Torrijos, en su helicóptero.
Los dictadores
latinoamericanos constituyen material de ensueño para los novelistas. Gloria
Guardia tiene una excelente novela sobre el asesinato del Presidente Remón
Cantera. El mismo Gabo escribe el Otoño del Patriarca con elementos de distintos dictadores; Domingo Faustino
Sarmiento inaugura el género con su novela Facundo, crítica a Juan Manuel de
Rosas y Facundo Quiroga, caudillos y dictadores. Augusto Roa Bastos escribe Yo
el Supremo que tiene como personaje al Presidente Rodríguez de Francia de
Paraguay, y más recientemente, Vargas Llosa escribe la Fiesta del Chivo, relato
novelado de los últimos días de Rafael Leónidas Trujillo. Hay una historia que
escuché en el Sur, referida a un dictador. Se corrió la voz que había muerto y
sus enemigos salieron a celebrarlo. El dictador los dejó correr y después a los
que no alcanzó a fusilar, tuvieron que ir al exilio. Cuando este dictador murió
pasaron varios días antes que nadie se atreviera a entrar a su habitación, pese
al mal olor del cuerpo descompuesto. El recuerdo de la falsa muerte, las
celebraciones y consecuencias, paralizaron a sus súbditos hasta que vencieron
su miedo y verificaron la muerte del dictador.
Un antiguo jefe
que tuve, le robaron en su ciudad natal su auto. Su primer auto que había
comprado, cuando eso era una odisea financiera. Recibió una llamada de los
ladrones pidiendo rescate por el auto y una promesa de que no le volverían a robar por un año. Mi
antiguo jefe pagó el rescate y recibió su auto. Meses después le volvieron a
robar el auto. Cuando le llamaron para cobrar, protestó que ya había cotizado.
Volvieron a llamarle, le pidieron excusas, y le devolvieron el auto sin pagar
nuevamente. Seguro contra robos
garantizado.
Hay una ciudad
fronteriza entre dos países del sur, en la cual usted puede dejar su auto, sus
propiedades, casas, sin custodia alguna. Nadie se atreve a robar. Y es que en
esa ciudad que divide dos países se ha privatizado la justicia. Si usted recibe
una ofensa, concurre al otro lado de la ciudad contrata un sicario y se
resuelve el problema. Los cuerpos de los infractores aparecen en las calles
divisorias de ambas ciudades. Y las cárceles están vacías.
Hay otro país
del Sur que en un veranillo democrático la dictadura de entonces autorizó
elecciones para gobernadores. En el estado más importante de ese país ganó
ampliamente Cacareco, el hipopótamo del zoológico, sobre el candidato
oficialista. En fin, realismo mágico y
verdades se confunden en tantos relatos
de los pueblos de nuestra América.
Francisco
Bustamante, economista. Franciscobu01@yahoo.com.mx
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