viernes, 25 de enero de 2013


Realismo Mágico y Verdades en nuestra América.
Hay una anécdota referida a Gabo García Márquez.  Un europeo que visitó América Latina comentó que no existía tal realismo mágico en la obra de Gabo.  Que solamente se dedicó a contar lo que ocurría a su alrededor.

Esto me recuerda una de las escenas de 100 años de Soledad, cuando llegó a Macondo el primer bloque de hielo. Fue un evento extraordinario en la historia de ese poblado. Lo mismo pasaba en Panamá.  Mi madre me contó que cuando la primera avioneta piloteada por el mítico piloto Cantú aterrizó en Santa Fe de Veraguas,  las gallinas se murieron del susto y los niños enfermaron del miedo. Fue un hito en la historia de Santa Fe por muchos años. Yo también recuerdo mi  salida del pueblo en avioneta. Mi vecino de asiento era un cerdo que no paró de chillar todo el tiempo que duró el  vuelo hasta Santiago de Veraguas. Años después, visitando las montañas de Calovébora, inspeccionando un proyecto de explotación de unas minas de oro, escuché que un referente en la cuenta de los tiempos en esas montañas era la última vez que había llegado el difunto Gral. Torrijos, en su helicóptero.

Los dictadores latinoamericanos constituyen material de ensueño para los novelistas. Gloria Guardia tiene una excelente novela sobre el asesinato del Presidente Remón Cantera. El mismo Gabo escribe el Otoño del Patriarca con elementos  de distintos dictadores; Domingo Faustino Sarmiento inaugura el género con su novela Facundo, crítica a Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga, caudillos y dictadores. Augusto Roa Bastos escribe Yo el Supremo que tiene como personaje al Presidente Rodríguez de Francia de Paraguay, y más recientemente, Vargas Llosa escribe la Fiesta del Chivo, relato novelado de los últimos días de Rafael Leónidas Trujillo. Hay una historia que escuché en el Sur, referida a un dictador. Se corrió la voz que había muerto y sus enemigos salieron a celebrarlo. El dictador los dejó correr y después a los que no alcanzó a fusilar, tuvieron que ir al exilio. Cuando este dictador murió pasaron varios días antes que nadie se atreviera a entrar a su habitación, pese al mal olor del cuerpo descompuesto. El recuerdo de la falsa muerte, las celebraciones y consecuencias, paralizaron a sus súbditos hasta que vencieron su miedo y verificaron la muerte del dictador.

Un antiguo jefe que tuve, le robaron en su ciudad natal su auto. Su primer auto que había comprado, cuando eso era una odisea financiera. Recibió una llamada de los ladrones pidiendo rescate por el auto y una promesa  de que no le volverían a robar por un año. Mi antiguo jefe pagó el rescate y recibió su auto. Meses después le volvieron a robar el auto. Cuando le llamaron para cobrar, protestó que ya había cotizado. Volvieron a llamarle, le pidieron excusas, y le devolvieron el auto sin pagar nuevamente.  Seguro contra robos garantizado.

Hay una ciudad fronteriza entre dos países del sur, en la cual usted puede dejar su auto, sus propiedades, casas, sin custodia alguna. Nadie se atreve a robar. Y es que en esa ciudad que divide dos países se ha privatizado la justicia. Si usted recibe una ofensa, concurre al otro lado de la ciudad contrata un sicario y se resuelve el problema. Los cuerpos de los infractores aparecen en las calles divisorias de ambas ciudades. Y las cárceles están vacías.

Hay otro país del Sur que en un veranillo democrático la dictadura de entonces autorizó elecciones para gobernadores. En el estado más importante de ese país ganó ampliamente Cacareco, el hipopótamo del zoológico, sobre el candidato oficialista.  En fin, realismo mágico y verdades  se confunden en tantos relatos de los pueblos de nuestra América.

Francisco Bustamante, economista. Franciscobu01@yahoo.com.mx

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